La injusticia de ser un buen maestro en Guatemala
Que injusto es SER UN BUEN MAESTRO trabajando en una institución pública de Guatemala.
A un maestro se le paga por una jornada de 5 horas diarias por 5 días a la semana, aunque le dedique a su trabajo muchas horas más fuera de esos horarios.
Tiene que gastar cada mes una parte de su salario para brindarle a sus alumnos material didáctico, pues la escuela no dispone del presupuesto para ello y debido a la «gratuidad» tienen prohibido demandárselo a los padres de familia.
Debe soportar barbaridades de niños mal intencionados, desde insultos, amenazas de muerte, destrucción de material e inclusive robo de alguna parte de su vehículo estacionado dentro de la escuela. Los derechos que amparan a esos niños problemáticos hacen muy difícil accionar contra ellos, y citar a sus padres suele ser un fracaso por su falta de interés y actitudes violentas.
Tiene malos días debido al sentimiento de frustración y dolores de cabeza que le genera su trabajo.
Como cualquier buen maestro aprende a querer y a entender a sus alumnos, llega al punto de involucrarse emocionalmente con muchos de ellos. Y ELLOS como seres humanos se vuelven la razón de tanto esfuerzo y dedicación a pesar de ser una profesión tan injusta.
Entiendo que es una profesión puramente de servicio, y entiendo que son pocos esos buenos maestros. Entiendo a mi mamá, a mi mamá Elisa y a mi tía Loly, entiendo a esos buenos maestros y buenas maestras que hacen su trabajo no por el (supuesto) incentivo económico sino por su vocación de servir a los demás y sus sueños de sembrar una mejor sociedad.
Lo entiendo. Pero mi desagrado va hacia los responsables de esta injusticia, quienes toman malas decisiones sobre el dinero público que proviene de los impuestos que todos los guatemaltecos pagamos.
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